excelencia

El discurso sobre trabajadores motivados igual a trabajadores productivos, parece estar a la orden del día sobretodo en las organizaciones que están en el camino de transformarse en empresas saludables. Implantar estrategias, programas e intervenciones y que éstos puedan medirse en términos de ROI (Return On Investment), mejora la imagen y credibilidad de los departamentos de recursos humanos al contar con indicadores cuantificables de mejora de la rentabilidad de sus equipos.

Pero aunque la empresa puede ser facilitadora de la motivación de sus empleados, y que está claro que un buen liderazgo en este sentido puede potenciar una mayor cohesión de los equipos, un mejor clima laboral y un mayor compromiso de los trabajadores, hay algo intrínseco en los seres humanos que nos hace diferentes unos de otros. Es algo aprendido en parte, por nuestras vivencias, por la educación recibida y por el modelo que nos han transmitido desde pequeños, algo que tiene un impacto directo en los procesos de trabajo y en la motivación para realizarlos, sea cual sea el sector empresarial y/o profesional en el que trabajemos. Me refiero a la capacidad individual para automotivarse, la exigencia y el compromiso con uno mismo que nos hace buscar siempre la máxima calidad en nuestra actividad profesional y estar siempre en un proceso de mejora continua para ser excelentes profesionales.

La excelencia es un hábito. El hábito nos predispone para la realización perfecta de una actividad, sea ésta profesional o no, sin que intervenga el pensamiento racional.  Puedes tener un entorno más o menos favorecedor, pero la excelencia responde a una forma de ser y hacer, independientemente del entorno donde nos desarrollemos profesionalmente. Es por este motivo que existen personas que siempre buscan la mejor forma de realizar la tarea, investigando para mejorar y superarse a sí mismos. Es algo intrínseco relacionado con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Si queremos ser organizaciones saludables y excelentes, debemos fomentar hábitos saludables en la empresa fomentando también la excelencia como hábito. Y al igual que pasa con los hábitos de salud, que es más difícil modificarlos que crearlos, el hábito de la excelencia no es menos. Aquella conocida fábula de los monos y el plátano en que todos actúan del mismo modo sin preguntarse el motivo «porqué siempre se ha hecho así», sería un buen ejemplo de quien no contempla la excelencia como parte fundamental de su estilo de vida.

fábula

Creo firmemente que al igual que debemos fomentar buenos hábitos de salud en la infancia para que los niños y niñas lleguen a la edad adulta convertidos en personas más saludables, es imprescindible fomentar también modelos educativos basados en la búsqueda de la excelencia y la mejora personal continua. ¿Cómo? Trabajando desde edades tempranas la autoestima, la actitud positiva, la responsabilidad, los valores personales, la pasión, la ética, la cooperación, la ambición, la búsqueda del perfeccionamiento continuo, el espíritu de superación, el compromiso, la humildad… La mejor manera, como siempre, es predicar con el ejemplo. El éxito o fracaso no dependen siempre de causas externas o del factor suerte, sino que tiene que ver también con motivos internos de cada ser humano.

Cuando la excelencia se convierte en un hábito, se hace evidente por la forma excelente de ser, sin necesidad de sobreactuación, transformándose en la única forma conocida de funcionar. La excelencia como hábito, es el conjunto de factores que nos define como seres y profesionales excelentes, sea cual sea la tarea o el sector en el que desarrollamos nuestra labor. Desde administrativos, profesores, directivos de grandes compañías a médicos, albañiles o abogados… todos podemos ser más o menos excelentes o más o menos mediocres, todo depende, en gran medida, de nosotros mismos.

Marta Prats
Enfermera y directora de Nútrim