La hidratación de los escolares

El cuerpo humano está formado por un 60% de agua que hay que ir reponiendo con los alimentos y las bebidas debido a las constantes pérdidas por orina, excrementos, respiración y sudor. Estas pérdidas varían considerablemente con la actividad de la persona y la temperatura ambiental; así, en momentos de elevada actividad física y en verano, se debe estar especialmente alerta a reponer estas pérdidas para mantener un buen estado de salud.

Las poblaciones más vulnerables al desequilibrio entre las pérdidas y la ingesta de líquidos, es decir, al riesgo de sufrir deshidratación, son la gente mayor y los niños. Los primeros, debido a la disminución de la sensación de sed y los últimos, por la limitación al reconocer la sensación o la inconsciencia de la importancia de beber. Los síntomas de deshidratación comportan una bajada de la tensión arterial, confusión mental, dolor de cabeza e irritabilidad, y en el caso de los niños todo esto afecta negativamente a su rendimiento escolar. En verano, esta situación se acentúa considerablemente y las capacidades intelectuales se pueden ver reducidas cerca de la mitad.

Para evitar esta situación y mejorar el rendimiento escolar de los niños y adolescentes, se recomienda seguir una pauta de alimentación saludable, que proveerá el 50% de las necesidades hídricas del organismo, y beber líquidos a lo largo del día, preferentemente agua, que proveerá el resto. Según el Consejo de Alimentación y Nutrición del Instituto de Medicina Norteamericano, los niños en la escuela suelen tener pérdidas considerables de agua debido a la sudoración elevada por la actividad física (patio, gimnasia…) que puede ir entre el litro, los niños y niñas menores de 10 años, y los tres litros de agua los adolescentes, que habrá que reponer diariamente.

Hay que recordar que las recomendaciones de alimentación saludable para niños y adolescentes comprenden el consumo diario de 4 a 6 raciones de farináceos (pan o cereales para desayunar, bocadillo a media mañana y para merendar y pasta o arroz o patata para comer y/o cenar), de 3 a 4 raciones de lácteos como, por ejemplo, leche (1 vaso), yogur (1 unidad) y queso (1-2 trozos), de 2 a 3 piezas de fruta, de 1 a 2 raciones de verduras (1 primer plato y 1 acompañamiento del segundo plato para comer y/o cenar), 2 raciones moderadas de pescado, pollo, huevos, carne… (1 trozo para comer y otro para cenar). Uso del aceite de oliva como principal grasa de adición, consumo moderado de embutido y consumo muy ocasional de bollería, bebidas azucaradas, zumos envasados y otros dulces. Estas pautas generales están diseñadas por los expertos en nutrición comunitaria como un marco de referencia; marco que permite ayudar a las familias a planificar la alimentación de sus hijos y de toda la familia.

Aunque las familias son las responsables principales de la alimentación de sus hijos e hijas, en la escuela, el profesorado debe estar especialmente atento a que éstos beban agua a lo largo del día, sobre todo en verano. Particularmente, el profesor de gimnasia debería ser especialmente cuidadoso de recordar a sus alumnos el consumo de agua tanto al inicio como al final de la clase. En general, la escuela debería de disponer de libre acceso de puntos de agua a todos los escolares, tanto entre clase y clase, como en la hora del recreo y en el comedor. Estas recomendaciones sencillas y fáciles de seguir evitarán el riesgo de deshidratación y de disminución de las capacidades cognitivas, lo que contribuirá a un mejor rendimiento escolar.

Gemma Miranda
Dietista Nutricionista en Nútrim
Master en Salud Pública